lunes, 26 de noviembre de 2012

Vulnerabilidad.


La vulnerabilidad nos permite ejercer un poder sin igual que es el poder de la elección. Sentirse vulnerables tanto puede hundirnos como revelarnos nuestra naturaleza transformadora. Porque somos frágiles, elegimos ser grandes. Porque la vida nos pesa, elegimos que tenga sentido. Porque tiene tanto de levedad, decidimos convertirnos en una bella, bondadosa y verdadera creación.

No hay que huir de la vulnerabilidad, sino abrazarla. Hay que amarla como parte de nosotros mismos y permitirle que nos exponga a nuevos estadios de crecimiento. Abrazar la vulnerabilidad es sostenernos a nosotros mismos, amarnos desde el lado por el que solemos oscurecer. Es sentirnos vivos, sensibles y amantes.

No hay nada más vulnerable que un recién nacido. No obstante, cuanto potencial de vida esconde, cuanta fuerza se halla en su llanto y cuanto amor genera a su alrededor. Al fin y al cabo, solo el amor es perenne, solo él nos cura las heridas. Lejos de su grandeza es cuando más nos sentimos vulnerables.

“Es un gusto celebrar alegrías, pero lo que nos enlaza plenamente con el otro es compartir el dolor”

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